28 Novembro 2019
Luis Adolfo Jaramillo y compañeros. Argentina, †1976.
Obrero. Militante cristiano de 41 años. Padre de 6 hijos. Secuestrado en Quilmes, provincia de Buenos Aires, Argentina. Desaparecido durante 14 años. Identificados sus restos en una fosa común de 250 cadáveres, en el Cementerio de Avellaneda, presentan dos impactos de bala en la espalda y el tiro de gracia en el mentón. Luis es chileno. Seminarista y luego organista en la Catedral de Temuco, antes de casarse con Teodora "Dora" Badilla y de emigrar a la Argentina con dos hijos pequeños.
En 1960 ingresa como obrero al gran complejo metalúrgico SAIAR. Por su educación le proponen pasar a tareas administrativas. Pero no acepta. "Quiero ser como los demás", dice Luis. Aunque es un obrero distinto: no hace horas extras, prefiere trabajar como relojero, escuchar música, leer junto a su familia. Además dirige el coro de la parroquia, termina el bachillerato de noche e ingresa a la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la Universidad Católica, donde obtiene la licenciatura en composición musical. En la fábrica, "El Sapo", como le dicen sus compañeros, infunde confianza, autoestima, solidaridad. Francisco Gutiérrez, joven obrero entonces y después Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica, de Quilmes, lo recuerda: "El decía, 'dale para adelante' o 'no lo veo' y yo le daba o reculaba." Lo proponen como delegado, pero él no acepta.
Cuando un compañero pierde una mano en la prensa Luis para la producción, hasta que el sindicato le consiga la mano ortopédica. Crea un fondo común para cosas de urgencia. A partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976 la represión entra a la fábrica, con un plan sincronizado entre directivos, ejército y policía. Deben eliminarse dirigentes y obreros concientizados. De los 350 obreros de SAIAR son despedidos 30 -entre ellos los delegados-, 70 son detenidos, de los cuales 15 pasan 8 años en la cárcel. El gerente de relaciones laborales, Martínez Rivier se pasea con un arma larga. El barrio contiguo es allanado todas las noches. Luis tiene un incidente con Martínez Rivier con respecto a la producción. Los ingenieros le dan la razón, pero aquél comenta: "Este se va a acordar de lo que hizo." Luis es despedido una mañana temprano. Por la tarde debe presentarse a cobrar en efectivo. Los compañeros lo ven firmando algo. Pero nunca más regresa a su casa.
Héctor Pérez y Francisco Carrizo, dos jóvenes obreros que protestan por la desaparición de Luis, corren su misma suerte. Luis entra al túnel del horror con otros hombres y mujeres. Un sobreviviente recuerda el "ensañamiento con Jaramillo", el obrero chileno. Por su bagaje cultural lo consideran un "infiltrado" de alguna organización guerrillera. Todos los días los torturan con choques eléctricos y golpes, les dan agua cada cuatro días y comida dos veces por mes. Los más débiles mueren en el calabozo y sus cadáveres quedan allí durante días. Recuperados sus restos en 1990 y colocados en una pequeña urna, uno de sus antiguos compañeros se abraza a ella y la lleva, sollozando, hasta el altar. La Misa, con casi 100 obreros y miembros de organismos de derechos humanos, se convierte en un pequeño acto militante. "Dora" rodeada de sus hijos, con profunda tristeza, pero serena, afirma: "No me queda ninguna duda sobre quién era Luis. Al oír a sus compañeros supe que no me había equivocado".
FECHAR
Comunicar erro.
Comunique à redação erros de português, de informação ou técnicos encontrados nesta página:
29 de novembro de 1976 - Instituto Humanitas Unisinos - IHU