Diez claves para entender por qué miles de personas tienen que huir de su país por las maras

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06 Julho 2018

Las muchas violencias que llevan a los centroamericanos a huir de sus países en busca de refugio son desconocidas para muchos. Este texto de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado - CEAR nos las presenta de forma concisa.

El reportaje es publicado por Comisión Española de Ayuda al Refugiado – CEAR, 04-07-2018.

Miles de personas se ven obligadas a huir por la violencia de las maras, pandillas especialmente virulentas en países como El Salvador, Honduras o Guatemala, que sufren tasas de homicidio similares a las que tuvieron en periodos de guerra.

Las maras tienen su principal presencia en el Triángulo Norte de Centroamérica formado por El Salvador, Honduras y Guatemala.

El año pasado, en estos tres países se contabilizaron 13.129 homicidios, esto supone 36 asesinatos al día, uno cada 40 minutos.

El Salvador tiene actualmente la mayor tasa de homicidios del mundo (60 muertes violentas por cada 100.000 habitantes). En los últimos años, el número de asesinatos al año -en torno a 5.000- es similar a los que se producían en el periodo de guerra.

Según ACNUR, entre 2011 y 2017, en todo el mundo solicitaron asilo más de 350.000 personas de Honduras, Guatemala y El Salvador. De ellas, 130.500 se registraron el último año.

Las peticiones de asilo en España procedentes de estos tres países de pasaron de 115, en 2014, a 2.145 el año pasado. Sin embargo, apenas hay resoluciones de asilo favorables: solo 25 en los últimos 4 años, de un total de cerca de 3.400.

Uno de los lemas de las maras es “ver, oír y callar”. Las personas que se niegan a colaborar con las pandillas son sometidas a brutales represalias: palizas, agresiones sexuales e incluso asesinatos y desapariciones.

Resulta imposible saber cuántas personas sufren extorsión, pero afecta particularmente a los profesionales del transporte, sea público o privado. Se calcula que, entre 2010 y 2015, solo en Honduras 1.000 trabajadores de este sector fueron asesinados por no pagar el “impuesto de guerra” que imponen las maras. Otros colectivos especialmente extorsionados son el profesorado, jueces, policías y todos aquellos a quienes se les atribuyen mayores ingresos, como personas que reciben remesas del exterior, o retornados de otros países.

El carácter fuertemente machista de las pandillas se expresa en un odio virulento contra las personas LGTB, las mujeres y las niñas.

Los ritos de iniciación más habituales al ingresar en una pandilla son recibir palizas, cometer asesinatos o sufrir violaciones colectivas en el caso de las mujeres, en muchos casos aún adolescentes.

En los últimos años se ha intensificado el reclutamiento de niños por parte de las maras de 11 y 12 años.

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