10 Junho 2016
El comentario del evangelio de la Liturgia correspondiente al 11º Domingo del Tiempo Ordinario (10-06-2016) es elaborado por María Cristina Giani, Misionera de Cristo Resucitado.
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| Fonte:www.enfoquebiblico.com.br |
Evangelio de Lucas 7, 36-50.8,1-3
Un fariseo lo invitó a comer. Jesús entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra, se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra. Al verlo, el fariseo que lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: ---Simón, tengo algo que decirte. Contestó: ---Dilo, maestro. Le dijo: ---Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos le tendrá más afecto? Contestó Simón: ---Supongo que aquél a quien más le perdonó. Le replicó: ---Has juzgado correctamente. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ---¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies; ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello. Tú no me diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra. Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, ya que siente tanto afecto. Que al que se le perdona poco, poco afecto siente. Y a ella le dijo: ---Tus pecados te son perdonados. Los invitados empezaron a decirse entre sí: ---¿Quién es éste que hasta perdona pecados? Él dijo a la mujer: ---Tu fe te ha salvado. Vete en paz. A continuación fue recorriendo ciudades y aldeas proclamando la Buena Noticia del reinado de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que había sanado de espíritus inmundos y de enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes; Susana y otras muchas, que los atendían con sus bienes.
A continuación el comentario.
Para reflexionar en el evangelio de este domingo vamos a comenzar por el final de este texto, cuando Lucas nos describe algunas características del primer grupo de que sigue a Jesús.
Llama la atención la existencia de mujeres entre los seguidores y discípulos de Jesús. En esa época no es común que los rabinos, los maestros tuvieran discípulas, era un espacio solo para hombres.
De hecho, con excepción de Lucas en Hechos 9,36 ningún evangelista utiliza la palabra discípula para nombrar a alguna de las mujeres que están con Jesús. Así como no se narra en los evangelios ningún llamado explícito de Jesús a una mujer, como es el caso de Pedro, Andrés, Mateo y otros.
Pero es innegable no solo la presencia de las mujeres discípulas en la primera comunidad cristiana asi como su importancia y relevancia en la misa, otorgada por el mismo Jesús, son las primeras a las cuales Él se aparece después de su Resurrección para ser sus testigos (Lc 24,6-0).
El evangelista describe a estas mujeres seguidoras de Jesús como aquellas que fueron curadas de sus enfermedades y colocan a servicio de él y de su comunidad todo lo que poseen. O sea en primer lugar ellas experimentan la salvación de Jesús y por eso le entregan todo, y lo siguen sirviéndolo.
Para comprender más estas características de las seguidoras y su estilo de seguimiento, volvamos al inicio del texto evangélico de hoy donde Lucas pinta como en un cuadro dos estilos de discipulado.
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Situémonos en la casa del fariseo con nombre Simón, que invitó a Jesús a comer en su casa. Sin duda conocía a Jesús y sus enseñanzas y sentía cierta curisiosidad y ganas de estar más cerca de él, de conocerlo más, por eso recibe a Jesús en su casa.
Aparece entonces una mujer, sin nombre y sin invitación del dueño de casa, simplemente irrumpe en la sala y roba la escena con su amor desbordante a la persona de Jesús: “se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra”.
Esta mujer no conocía a Jesús solo de palabra, sino de corazón! No sabemos donde se encontró con ella, pero si que Él pasó por su vida y le dio a conocer su misericordia, su amor que libera y dignifica.
Nadie la había amado de esa manera antes y ni se imaginaba que esa felicidad era posible para ella, una “pecadora”. Esta experiencia del amor misericordioso de Jesús en su vida, la lleva a ir en su busca y tirarse a sus pies, imagen que nos habla de discipulado. Acordémonos de María de Betania sentada también a los pies de Jesús escuchando su palabra (Lc 10,39).
Esa mujer sin nombre, pecadora perdonada porque infinitamente amada por Jesús que besa y perfuma sus pies, es el icono del discipulado que nace de la experiencia de la misericordia que se irradia.
Este es el tipo de discipulado, de discípula, discípulo que Jesús quiere, en contraste con el presentado por el dueño de la casa, en quien la ley es más fuerte que la misericordia.
De esta manera Jesús inaugura una nueva manera de relación maestro-discípulo/a. Es una relación que pasa por el corazón, por la experiencia amorosa, por el encuentro con el amor misericordioso de Dios en la persona de Jesús, que desencadena en aquellos/as que lo viven una respuesta vivencial que se hace seguimiento.
En este Año de la Misericordia es un tiempo especial para dejarnos sorprender, alcanzar por la misericordia de Dios para que nuestro seguimiento sea impulsado por ella y así ser discípulos/as misioneros/as de la Misericordia, como esta mujer del evangelio.
Cien sonetos de amor
Antes de amarte, amor
Antes de amarte, amor, nada era mío,
vacilé por las calles y las cosas,
nada contaba ni tenía nombre,
el mundo era del aire que esperaba.
Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.
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