23 Junho 2016
“La universidad es el lugar en donde debemos discutir nuestro mal estar teniendo en cuenta la necesidad de superarlo”, afirma el antropólogo.
“Junio de 2013 no acabó, sus puntas sueltas están siendo nuevamente retomadas. La ocupación de las escuelas es ejemplo de esto”, evalúa Alex Martins Moraes en entrevista a IHU On-Line. Para él, las ocupaciones de las escuelas en varios estados brasileros pueden ser comprendidas como “una tomada de asalto transversal de la política por parte de los estudiantes” que “consiguieron desenvolver la organización y la confluencia necesarias para constituirse en cuanto sujetos políticos tanto en los grandes debates, que tienen que ver con el presupuesto público y a los cambios legislativos, como en los debates más localizados, que se refieren a la democracia institucional, la relación con los directores y consejos escolares.”
En la entrevista a continuación, concedida por e-mail, el antropólogo reflexiona sobre la participación de la universidad en da discusión política, comenta algunos aspectos del lulismo en relación a la juventud, como un exponente de la izquierda tradicional, y las acciones del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo – MTST en cuanto representante de nuevas manifestaciones sociales y puntúa que “ a las expresiones más visibles de la izquierda les falta un programa político que vaya más allá de mitigar los efectos de la precariedad y que presente salidas para ella.”
Los efectos de falta de salida, resalta, pueden ser vistos en el “círculo vicioso de una vida sin futuro, en la cual ‘mañana’ es sinónimo de ‘hoy’. En este “estado de decepción generado por el empobrecimiento del horizonte político de la izquierda gubernista”, surgen “propuestas conservadoras” que sugieren dejar la parafernalia ideológica” de lado para “pensar seriamente en como preservar el patrimonio conquistado y sustentar el desenvolvimiento capitalista a largo plazo.”
Alex Martin Moraes es graduado en Ciencias Sociales con énfasis en Antropología por la Universidad Federal de Río Grande del Sur – UFRGS y con maestría en Antropología Social por la misma institución. Cursó Doctorado Académico en Antropología Social y Cultural en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad General San Martín, Buenos Aires. Actuó como investigador en el Núcleo de Antropología y Ciudadanía – NACI en donde desenvolvió estudios en el área de inmigraciones contemporáneas con foco en el debate sobre tecnologías de gobierno de las poblaciones y construcción social de la diferencia. Es miembro del Grupo de Estudios en Antropología Crítica – GEAC, de la Red de Antropología Crítica y colaborador del portal de información compartida Otras Palabras.
La entrevista es de Patricia Fachin | Traducción de Juan Luis Hermida.
Lea aquí parte de la entrevista.
IHU On-Line - ¿Qué motivó la escritura del artículo “Lo que los estudiantes de secundaria tienen para enseñar a la academia”? ¿Por qué usted direcciona la crítica a la academia?
Alex Martins Moraes – Cuando la ocupación de las escuelas se propagó por Río Grande del Sur, percibí un entusiasmo creciente entre mis amigos y colegas en la academia. Ellos querían participar de esa increíble liberación de energías sociales, querían contribuir para que el movimiento iniciado por los estudiantes de enseñanza secundaria continuase reverberando en una coyuntura en que la política parece haber sido totalmente capturada por los juegos de poder palacianos. El contacto con la lucha de las escuelas revigoró el ánimo combativo de algunos universitarios. En la UFRGS, por ejemplo, surgieron diversos foros para discutir formas de intervención política que fortaleciese la oposición al golpe parlamentar. Profesores de otras universidades del país escribieron ciertas cartas abiertas a los estudiantes. El objetivo era generar debates, redes de solidaridad en política, estratégicas de intervención.
El problema es que, cuando se trata de pensar en tácticas y plataformas de lucha política, muchos profesores universitarios, incluso aquellos que se sienten posicionados a la izquierda del espectro ideológico, tienden a identificar “problemas a ser resueltos” apenas del lado de afuera de las instituciones de enseñanza superior. Difícilmente ellos se cuestionan las estructuras de poder que sustentan su legitimidad intelectual e institucional. Así, la mayoría de las propuestas de movilización sugeridas por profesores, tales como la escritura de cartas abiertas, la organización de clases en defensa de la democracia y hasta mismo los llamados a la huelga están muy por debajo de la potencia política del estudiantado. Ellas se dirigen al exterior de la universidad, no sustentan otro programa sino la defensa de las políticas científicas y educacionales previas al golpe. Son por lo tanto, meramente defensivas, reactivas. La hipótesis que desarrollo en el artículo publicado por Otras Palabras es la siguiente: son los estudiantes que están en condiciones de sublevar la universidad. Es necesario acompañarlos y alentarlos en la exploración de las consecuencias más radicales de su descontento político. Son ellos que tienen la experiencia cotidiana de los efectos más atroces de la falta de recursos, de la escasez de becas, del elitismo, de los chantajes morales y materiales inherentes a cualquier institución jerárquica. Ellos constituyen la eterna minoría en los consejos universitarios. Esta posición institucional determina un tipo de experiencia cuya politización configura, en mi opinión, el punto de partida para sintonizar las luchas universitarias con otros procesos democráticos e inclusivos.
Sin protagonismo estudiantil, cualquier demanda democrática construida a partir de la universidad carece de sustancialidad y termina condenada al limbo de la impotencia política. La “ideología de la armonía”, según la cual estudiantes y profesores son parte de una misma familia académica sentada sobre intereses comunes, es errónea. El día a día de la universidad la desmiente. Eso no quiere decir que los profesores no tengan instrumentos para transformar las instituciones que habitan. Ocurre que muchos de ellos no parecen dispuestos a movilizarlos, como resultado de los enormes costos políticos implicados en esta actitud. ¿Qué director de programa de pos graduación estaría dispuesto a garantizar igualdad entre docentes y discentes en los consejos? ¿Qué comisión evaluadora aceptaría posponer los criterios de productividad en el momento de seleccionar nuevos estudiantes de maestría y doctorado?
• La entrevista completa, en portugués, puede ser leída a continuación