16 Fevereiro 2020
Ali Primera. Venezuela, †1985.
Poeta y cantor del pueblo. Padre de siete hijos. Combatiente del amor a los pobres. Muerto a los 44 años. "Qué triste se oye la lluvia / en las casas de cartón, / niños color de mi tierra, / con sus mismas cicatrices, / millonarios de lombrices...", resuena su voz, torrente de verdades y poesía en estadios y plazas. Nunca en estudios de televisión o radio. Su gigantesco micrófono es el coro y las palmas del pueblo que lo acompaña. Pobre desde la cuna, en Paraguaná, huérfano de padre a los tres años, limpiabotas a los seis, boxeador por monedas, muchacho de cabellera ensortijada y espíritu desafiante, llega a Caracas, Venezuela, con su guitarra de cuatro cuerdas y canta en la Universidad. Desde ese día no dejan de brotarle canciones de amor, de denuncia y dolor. Se proclama cristiano de la Iglesia de Monseñor Romero y durante una jornada de oración por El Salvador, en la catedral, manifiesta: "Yo suelo cantar: 'No, no basta rezar/para conseguir la paz...', pero digo hay que rezar, como lo estamos haciendo..." Aquella madrugada, de regreso a su casa, muere instantáneamente en un accidente automovilístico.
La muerte, que tantas veces lo rozara en atentados, amenazas, allanamientos, se presenta de veras. Una multitud acompaña sus restos a su tierra natal. Sol Musset, su esposa, explica a sus hijos el gesto: "Vamos a sembrar a papá." Y Alí, florecido, sigue cantando: "Me han dicho que el pueblo / se encuentra indefenso / cual pichón de gaviota. / Les juro que lo he visto / como un anciano herido / como un niño de pecho / como un grano de trigo / solo frente al molino. / Pero creo en tu fuerza / que si estás indefenso / no será para siempre..."