26 Agosto 2016
“Las palabras que Jesús profiere en esta mesa son sorprendentes, a través de dos parábola él propone una nueva manera de ser discípulos y discípulas.”
El comentario del Evangelio, correspondiente al Domingo 22 del Tiempo Común (28-08-2016), es elaborado por Maria Cristina Giani, Misionera de Cristo Resucitado.
Evangelio de Lucas 14,1.7-14
Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le observaban.
Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles:
Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,
y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.
Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.
Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.
Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.
Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles:
Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,
y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.
Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.
Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.
Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.
A continuación, el comentario.
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en la casa de uno de los jefes de los fariseos, sentado a la mesa con ellos. Son varias las ocasiones en las cuales encontramos a Jesús comiendo en diferentes casas y con personas diversas. Por ejemplo, en la casa de Marta y María, en la casa de Mateo, en la casa de los discípulos de Emaús…
Podemos preguntarnos qué simboliza la casa, compartir la misma mesa? Tal vez es el desafío que nos lanza el evangelio para descubrir a Jesús en nuestra cotidianidad, en los diferentes ámbitos de convivencia, en nuestras relaciones. Él se hace presente allí, en medio nuestro, sin hacer excepción de personas, sabiendo que ni todas lo acogen abiertamente.
En el texto, Lucas dice que los fariseos están observando a Jesús; no describe la “calidad” de esta observación, la misma puede estar colorida de cierta desconfianza, curiosidad, expectativa frente a lo que Jesús va a hacer y hablar.
Situémonos junto con los fariseos en la mesa, mas cultivando la actitud que el Papa Francisco ha dicho en más de una oportunidad, la actitud o disposición de dejarnos sorprender por Dios. Hablemos con Jesús en lo íntimo de nuestro corazón: “Aquí estoy Jesús, deseando verte, escucharte, deseando que tu Palabra me cautive, me incomode…me sorprenda”.
Y sin duda las palabras que Jesús profiere en esta mesa son sorprendentes, a través de dos parábola el propone una nueva manera de ser discípulos y discípulas.
En la primera parábola que describe lo que debemos hacer cuando estamos invitados/as a un banquete, muestra cuál es el lugar en el banquete del Reino del discípulo/a de Jesús: el último lugar, sin privilegios. Al igual que su Maestro que inicia el reino en Belén y culmina en el Calvario.
En la primera parábola que describe lo que debemos hacer cuando estamos invitados/as a un banquete, muestra cuál es el lugar en el banquete del Reino del discípulo/a de Jesús: el último lugar, sin privilegios. Al igual que su Maestro que inicia el reino en Belén y culmina en el Calvario.
Qué privilegio tiene Jesús en el pesebre de un establo o en la desnudez de una cruz? Sin embargo es a partir de esos lugares de periferia que la salvación se realiza, acontece. El banquete es celebrado porque Dios está en medio de su pueblo, amándolo y redimiéndolo.
Y el secreto de esto está en la acción de Dios que actúa en la fuerza del silencio y de lo escondido, como canta María en el Magnificat: “El realiza proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y despide a los ricos de manos vacías” (Lc 1,51-53).
La primera propuesta de Jesús es que sigamos su camino de pobreza y humildad, en la fidelidad y confianza en el Dios que está siempre “trabajando” en medio nuestro, en nosotros, llevando adelante su proyecto de Vida.
En la segunda parábola en la cual ahora el discípulo/a es quien organiza la fiesta, Jesús llama la atención sobre la gratuidad. Así como Dios nos ama sin mérito de nuestra parte, y sin querer forzar nuestra respuesta, los servidores de su Reino son invitados/as a amar con libertad.
Esta propuesta de Jesús contradice las relaciones marcadas por el mérito y por la retribución, que generan sociedades, familias y comunidades enfermas.
La felicidad del evangelio brota de la gratuidad de Dios que nos precede con su amor, generando relaciones de igualdad, de justa fraternidad, donde los más vulnerables ocupan los primeros lugares en el banquete del Reino.
Para finalizar esta reflexión preguntémonos: vivimos esta felicidad que nos propone el evangelio? Descubramos a Jesús sentado a la mesa de nuestra vida diaria y dejemos que Él nos sorprenda con sus palabras.
Esta propuesta de Jesús contradice las relaciones marcadas por el mérito y por la retribución, que generan sociedades, familias y comunidades enfermas.
La felicidad del evangelio brota de la gratuidad de Dios que nos precede con su amor, generando relaciones de igualdad, de justa fraternidad, donde los más vulnerables ocupan los primeros lugares en el banquete del Reino.
Para finalizar esta reflexión preguntémonos: vivimos esta felicidad que nos propone el evangelio? Descubramos a Jesús sentado a la mesa de nuestra vida diaria y dejemos que Él nos sorprenda con sus palabras.
A la mesa
A la mesa de tus amigos e amigas
Los pobres, los niños, los enfermos
Los jóvenes pescadores.
Familia tan numerosa
Como las estrellas del cielo
La arena del mar...
Y para todos/as hay lugar.
En el silencio de la noche.
Poniéndote de pie,
Te despojas de todo,
Tu humanidad se hace servicio.
Con ternura inefable,
Curas cada herida,
Limpias las llagas
De la injusticia, opresión y soledad,
Y unges a cada uno/a con el bálsamo de tu amistad,
En el silencio de la noche
Los ojos comienzan a brillar
Los rostros a sonreír
Las manos se entrelazan
Formando una rueda infinita
Que danza, que canta
En diferentes lenguas y melodías
La música de la liberta:
“Somos tu pueblo y Tu Dios con nosotros
NUESTRO DIOS”
Los pobres, los niños, los enfermos
Los jóvenes pescadores.
Familia tan numerosa
Como las estrellas del cielo
La arena del mar...
Y para todos/as hay lugar.
En el silencio de la noche.
Poniéndote de pie,
Te despojas de todo,
Tu humanidad se hace servicio.
Con ternura inefable,
Curas cada herida,
Limpias las llagas
De la injusticia, opresión y soledad,
Y unges a cada uno/a con el bálsamo de tu amistad,
En el silencio de la noche
Los ojos comienzan a brillar
Los rostros a sonreír
Las manos se entrelazan
Formando una rueda infinita
Que danza, que canta
En diferentes lenguas y melodías
La música de la liberta:
“Somos tu pueblo y Tu Dios con nosotros
NUESTRO DIOS”
EN LA MESA DEL REINO.
M. Cristina Giani
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En la mesa del Reino - Instituto Humanitas Unisinos - IHU